Redacción ANCOP
La dignidad es propia de los seres humanos y a nadie se le puede despojar de ella bajo ninguna circunstancia.
Muchas veces nosotros como jóvenes pensamos que en este mundo solo estamos nosotros: es erróneo, ya que a alrededor nuestro, existen muchas personas, cercanas en convivencia o simplemente en el paso de las actividades cotidianas.
Esta generación piensa que la frase “primero yo después yo” es lo más importante, especialmente los jóvenes ya que nos creemos invencibles y sobrepasamos las reglas. Sin embargo, son las nuevas generaciones de ahora, las que estarán dentro de unos años al frente de los destinos de la humanidad.
Los llamados valores universales, pueden ser altamente cuestionados para quienes se encuentran entre los 13 y los 15 años, por no estar de acuerdo con lo que oyen de sus padres en sus hogares. En su forma de ver las cosas, algo que escuchan o ven en los medios de comunicación, o en las redes sociales, basan su propio criterio como resultado de sus análisis.
Por siglos, la actitud de los más jóvenes ha sido la misma, afortunadamente. El no estar de acuerdo con lo establecido, es lo que ha permitido a las sociedades avanzar hacia mejores niveles de vida. Son este tipo de acciones por las que muchas veces nos acusan de revoltosos, sin remedio, pero simplemente somos personas que tenemos diferentes ideas, que para otras generaciones pueden ser erróneas o simplemente no encajan.
No solo queremos vivir nuestro momento, sino hacerlos de la mejor manera. Adaptar las cosas a la realidad de los jóvenes.
Es común vernos criticados por nuestras ideas, y claro por nuestros comportamientos, que para las personas mayores generalmente son bien recibidas, tal vez por qué están acostumbrados a lo que ya está hecho y no quieren arriesgar por un cambio, ya que significa algo nuevo que tal vez no pueda funcionar o, como mayores, no sepan controlar.
Ese es un comportamiento normal.
De acuerdo con el maestro Samuel Gallastegui, especialista docente en los niveles escolares de secundaria y preparatoria, cuando escucha a sus alumnos disertando sobre el tema de crímenes y castigo y diseñando en el aire lo que para ellos sería una ciudad con una vida óptima e ideal, les plantea un esquema que les permita fortalecer su forma de ver las cosas.
Muestra en el pizarrón un triángulo con tres palabras: persona, acto y dignidad humana.
Con la atención de sus pupilos, señala la dignidad humana, y les explica qué es este concepto, uno de los más potentes con que se cuenta para construir una sociedad justa y equilibrada.
El maestro Gallastegui enfatiza que la dignidad es el valor reconocido que tiene una persona.
Todos somos igual de dignos, ya que los seres humanos somos inteligentes, racionales y autónomos, aunque no todos los jueguen el mismo papel dentro de la sociedad, independientemente de su sexo, raza, credo, orientación sexual, y capacidad, incluyendo sus actos.
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