La capital mexicana y su vibrante escena de tianguis han sido el escenario perfecto para recrear uno de los eventos más emblemáticos en la historia del rock mexicano: el Festival de Avándaro. La película “Autos, mota y rocanrol”, ahora en posproducción, promete llevarnos de vuelta a 1971, al corazón del movimiento contracultural que marcó a una generación.
Los diseñadores de producción Connie Martínez y Christian Galindo se adentraron en los coloridos mercados de La Lagunilla y El Chopo, buscando entre los recovecos de la ciudad aquellos tesoros que les permitieran reconstruir la atmósfera setentera que Avándaro demandaba. Pero su búsqueda no se limitó a los mercados; también se sumergieron en el cine y la literatura de la época, encontrando en la película “La vocación de Magdalena” y en las fotografías de Graciela Iturbide la inspiración necesaria para dar vida a su visión.
Protagonizado por Alejandro Speitzer y Emiliano Zurita, el film narra la historia de dos jóvenes cuya intención de organizar una carrera de autos desemboca en el nacimiento accidental de este legendario festival, congregando a una veintena de bandas y cerca de 300 mil almas en un evento sin precedentes.
Los colores de Avándaro, capturados en fotografías a color poco conocidas y en clásicos del cine mexicano, cobran vida en la pantalla, recreando las carpas rojas, los impermeables amarillos y el espíritu libre de una era definida por la música, el arte y un ferviente deseo de cambio.
“Autos, mota y rocanrol” no es solo una película; es un homenaje a un momento histórico, a la música que definió a una generación y a la resistencia cultural en tiempos de agitación social. A través de esta obra, el espíritu de Avándaro y su legado continúan inspirando, recordándonos la importancia de la expresión artística como forma de unión y resistencia.
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