Redacción: Ismael Salgado
El café de especialidad, más que una tendencia, representa una forma diferente y consciente de disfrutar esta bebida milenaria. Aunque el término comenzó a usarse en los años setenta gracias a la noruega “Erna Knutsen”, fue hace poco más de una década que empezó a ganar terreno en países como España, donde cafeterías y tostadores artesanales han proliferado en grandes ciudades, barrios periféricos e incluso pueblos pequeños. Este café no solo conquista por su sabor, sino por una filosofía que apuesta por la calidad, la trazabilidad y el respeto a quienes lo cultivan.
A diferencia del café comercial, el de especialidad proviene de lotes pequeños y controlados, generalmente de una sola finca, donde se conoce el nombre del productor y las condiciones en las que fue cosechado. Esto permite asegurar una calidad mucho más alta, medida por la “Specialty Coffee Association” “SCA”, que evalúa aspectos como el aroma, el sabor, la acidez o el cuerpo del grano. Se trata de un producto cuidado en cada etapa; desde la recolección manual de los granos maduros, hasta el tueste suave que resalta sus características únicas.
Uno de los principales beneficios del café de especialidad es su impacto positivo tanto para el consumidor como para los productores. En cuanto a la salud, al ser un café más fresco, limpio y sin defectos, tiene mejor sabor sin necesidad de azúcar o añadidos. Además, al tratarse de una cadena más justa y transparente, quienes cultivan este tipo de café suelen recibir un pago más digno por su trabajo, lo que favorece la economía local y promueve prácticas agrícolas sostenibles. Consumirlo, por tanto, es también una forma de apoyar una industria más ética.
Aunque las redes sociales han popularizado imágenes de tazas decoradas y baristas en casa, el café de especialidad va más allá de lo visual. Su crecimiento en popularidad no significa que todo el mundo sepa realmente qué lo hace distinto. Entenderlo es también una invitación a apreciar el trabajo artesanal, a valorar el origen de lo que consumimos y a convertir un gesto cotidiano como tomar café en una experiencia más consciente. Porque al final, lo que se bebe no es solo café, es historia, dedicación y sabor con propósito.
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