Por Deborah Buiza
“Nunca hay que subestimar cualquier molestia” me dijo mi amigo Jesús cuando le compartí mis malestares, quizá intentando una justificación que validara mi visita al servicio médico de urgencias un sábado por la noche. Mi amigo Jesús es una persona muy sabia y siempre ha tenido las palabras adecuadas, hoy quise compartirlas contigo porque me parece fundamental, recuérdalo siempre: ¡Nunca hay que subestimar cualquier molestia!
Con frecuencia nos encontramos corriendo de una actividad a otra, tratando de llegar a nuestros compromisos y responsabilidades, estirando la liga lo más que podemos hasta que un buen día se rompe, pero hay que decir y aceptar que antes de romperse esa liga había estado dando señales o avisos de que algo necesitaba atención pero no le hicimos caso.
¿Qué hacemos con las pequeñas y grandes molestias que experimentamos?
Puede ser que hayamos aprendido a pasarlas por alto, decían en las generaciones anteriores algo como “ponte hacer algo y se te quita” y puede ser que uno se convirtiera en experto en “hacer cosas que evaden malestares” pero que solo postergan la incomodidad y en ocasiones se pierde tiempo valioso de atención.
Puede ser que aprendimos que “no podemos enfermarnos” o que “todo depende de nosotros” o que “somos muy fuertes y nunca nos enfermamos” y entonces oímos las alarmas pero sabemos cómo apagarlas, tal vez con un analgésico o con algún medicamento que atiende los síntomas pero no el problema de fondo.
Puede ser que nos vamos “acostumbrando” a sentirnos mal y eso se convierte en nuestra “normalidad” y así andamos por la vida.
Dicen que es mejor prevenir que remediar, sin embargo no tenemos una cultura de la prevención y no es hasta que el malestar creció a tal punto que te quita funcionalidad en algún nivel (personal, familiar, social, educativo, ocupacional, etc.) que entonces buscamos la atención o ayuda.
¿Hasta dónde dejamos que el malestar crezca?
Necesitamos tomar conciencia de lo importante que es cuidar de nosotros mismos, conocernos a fondo para poder darnos cuenta en el momento que empiece a manifestarse algún cambio y con ello la molestia que esté indicando que algo está pasando, tener en cuenta que en muchos padecimientos el tiempo en el que se detectan si hace una gran diferencia en la recuperación.
El médico del hospital público al que acudí al servicio de urgencias dijo que no podía hacer nada por mí, que seguro lo que tenía era producto del estrés, las hormonas o una cosa muscular. El desestimó mis molestias, y así nos puede pasar con cualquier tema, porque nuestras urgencias no son la de los demás, por eso es necesario insistir hasta encontrar los oídos que sí puedan escucharnos y que sí puedan procurarnos su asistencia.
No hay malestar menor, y si bien la vida tiene sus incomodidades y parte de experimentarla es ir buscando como estar más cómodo a pesar de ellas, hay que darle su debida importancia a cada malestar en busca de nuestro bienestar.
Y tú ¿qué tanto caso le harás a tus molestias?
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