Si cuando dimos la bienvenida al debut de El libro de Boba Fett, la segunda serie de acción real de Star Wars tras The Mandalorian, estábamos emocionados por conocer a fondo la historia sobre uno de los personajes más carismáticos y a la vez olvidados de la franquicia, en el desenlace de la serie no hemos podido evitar dejar un poquito de lado, una vez más, al icónico cazarrecompensas. Pero por una buena razón: Grogu, “El Niño”, Baby Yoda. El robaescenas -como llaman en la industria en Estados Unidos a los personajes que incluso con menos apariciones logran eclipsar a los protagonistas de sus respectivas series- por antonomasia.
Ya lo fue en The Mandalorian, el la que el mandaloriano titular -a pesar de estar encarnado por el carismáticos de los carismáticos Pedro Pascal- se convertía en anécdota cada vez que compartía escena con la adorable y poderosa criaturita. Ahora, su presencia en la recta final de la protagonizada por Temuera Morrison y Ming Na Wen también nos ha alejado un poco de su aventura por el control de Tattooine que debiera haber captado toda nuestra atención.
No obstante, tampoco es ninguna sorpresa, puesto que la elección de Grogu respecto a su futuro era el principal interrogante al que necesitábamos dar respuesta desde que Luke Skywalker le planteó la inesperada disyuntiva en el final del sexto episodio de El libro de Boba Fett.
El el último episodio de la serie, ‘En el nombre del honor’ (1×07), Boba Fett y su tripulación se enfrentaron al Sindicato Pyke por el control de Mos Espa y sí, la trama recibió un desenlace adecuado, pero también sentó las bases para la próxima aventura de Din Djarin en la temporada 3 de The Mandalorian.
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