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Microsismos en Ciudad de México: Un alerta en aumento

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La Ciudad de México, conocida por su historia sísmica, se encuentra en alerta ante una serie de microsismos que han suscitado preocupación entre sus habitantes y autoridades. Víctor Manuel Cruz Atienza, destacado sismólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha indicado que estos eventos, denominados “enjambre de microsismos”, podrían continuar manifestándose en las próximas semanas. 

Estos microsismos, que ocurren a poca profundidad, son movimientos telúricos de baja magnitud que, aunque breves, se manifiestan con una violencia inicial alarmante. Su peculiaridad radica en que no alcanzan la intensidad necesaria para activar las alarmas sísmicas instaladas por toda la capital, dejando a la población sin el aviso previo que usualmente brindan estos sistemas. 

La preocupación aumenta al considerar que la Ciudad de México no es ajena a este tipo de fenómenos. Ya en 1981 se documentaron enjambres sísmicos similares. Además, investigaciones publicadas en 1971 registran sismos locales entre 1909 y 1969. Esto sugiere que las fallas bajo la ciudad podrían estar experimentando un deslizamiento lento, teoría que Cruz Atienza sostiene basándose en evidencias satelitales. 

Una característica notable de los microsismos es la alta aceleración que producen. Por ejemplo, el microsismo registrado en Panteón Dolores en 2019 alcanzó una aceleración máxima de 310 gals, significativamente mayor a los 34 gals del terremoto de 1985. Sin embargo, Cruz Atienza aclara que estas aceleraciones, aunque altas, no representan un gran riesgo debido a su corta duración. 

La incertidumbre sobre la relación entre las actividades humanas, como las obras de infraestructura, y estos eventos sísmicos ha llevado a intensificar los esfuerzos de monitoreo. Tras el microsismo de mayo de 2019, la administración capitalina unificó la red sismológica del Valle de México, contando hoy en día con aproximadamente 180 estaciones monitorizando la actividad local. No obstante, aún no se ha establecido una relación directa entre las obras urbanas y los microsismos. 

Otra teoría planteada es la correlación entre el incremento de lluvias y los microsismos, sin embargo, esta hipótesis aún está en estudio. Lo que sí es cierto es que el código de construcción de la Ciudad de México, reformado tras el devastador terremoto de 1985, contempla que los edificios puedan resistir un terremoto de magnitud 4.7 con epicentro bajo la ciudad. 

Cruz Atienza menciona un escenario más grande: un sismo con epicentro en la misma ciudad de magnitud 5, que podría generar una aceleración mayor que la de los sismos de 1985 y 2017. Aunque la probabilidad de un sismo de esta magnitud es baja, el experto advierte que no es “imposible”. Este escenario pone de relieve la importancia de una planificación y construcción urbana rigurosa, especialmente en las laderas de la ciudad que podrían estar más expuestas a estos riesgos. 

En resumen, la Ciudad de México se enfrenta al desafío de comprender y prepararse para estos microsismos. Aunque su magnitud sea baja, la frecuencia y proximidad de estos eventos requiere una vigilancia constante y una adaptación continua de las medidas de seguridad y construcción para proteger a sus habitantes. 

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