Reluce, ya este diciembre en gran parte del mundo, en total esplendor rojo, la Flor de Nochebuena; planta tan mexicana que por su hermosura se ha vuelto universal.
A esta planta, de hojas rojizas que se confunden con pétalos, en nuestra región purépecha se le nombra uanipeni, mientras en la zona náhuatl cuetlaxochitl, “flor que se marchita” o “flor de cuero”.
Emblema de la pureza, la Flor de Nochebuena o poinsettia ha sido cultivada por su vegetal guapura en un sinfín de huertos, jardines e invernaderos como fueron los cultivados por el Rey Poeta Nezahualcóyotl, el Tlatoani Moctezuma y en Xochimilco.
La tradición cuenta que la Nochebuena es originaria de Taxco, de Cuernavaca y/o de tierras que son bañadas por el océano Pacífico, y que fueron los frailes de la orden de los franciscanos quienes en el Convento de Santa Prisca colocaron, por vez primera, esta flor para adornar el Nacimientos que evoca, cada invierno, el nacimiento de Cristo en un pesebre.
Para la primera mitad del siglo XIX, ejemplares y semillas de esta flor emigraron a Filadelfia, Estados Unidos, justo al jardín botánico Bartram; y de ahí la flor poco a poco fue cultivada en varias regiones del planeta y de algunas las naciones que celebran la Nochebuena, y por eso también a esta mata se le ha llamado la “Flor de Pascua” o “Estrella de Navidad”, mientras científicamente se le conoce como Euphorbia pulcherrima.
Cifras oficiales revelan que nuestro país ocupa, hoy por hoy, el cuarto lugar a nivel mundial en superficie cultivada de Flor de Nochebuena, con por lo menos 330 hectáreas de invernaderos o su equivalente a 20 millones de Nochebuenas en maceta.
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