La columna del día José Manuel Rueda Smithers

Publicidad o Hagiografía, modernidad de la exaltación

CULTURA IMPAR José Manuel Rueda Smithers

Escribe escribano y no te detengas, porque cada momento de tu pensamiento,

porque cada letra de tu pluma… es el sentimiento puro que vivirá en el tiempo.

Fragmento Escribe Escribano, de Jorge Banda

Las letras de la Cultura Impar se encontraron en un grupo que hablaba de libros que exaltan obras monumentales de personajes o instituciones específicas. Obras de lujo muchas de ellas, otras meramente informativas. Algunos los descalificaban, por ser una forma disfrazada de publicidad y propaganda con fines de lucro. Otros, los justificaban por ser una forma de presentar acciones que difícilmente podrían verse por la sociedad en general.

Pero lo cierto es que físicamente los libros siguen siendo una necesidad básica de las sociedades, a pesar, incluso de la baja cultura que cada vez se fomenta más en gran parte el mundo.

Hurgando en las páginas que tratan sobre la vida moderna de los libros, sus autores y esas formas nuevas de luchar por mantener vivos el gusto y la necesidad de la lectura, la Cultura Impar se detuvo en un concepto –entre viejo y muy cíclico- que se conoce como literatura hagiográfica, así, tal cual se escribe.

Primero, entender que hace un tiempo, era escribir de los santos, y de sus virtudes y características, que “tiene por objetivo registrar la vida ejemplar y los milagros realizados, con el objeto de glorificarlos y de servir de modelo de comportamiento para los lectores”.

Pues ahora, en esta era moderna, donde los libros impresos llegan a ser o un buen regalo, o una forma de élite para publicitar hechos, personajes de la política, de la élite económica, o de la farándula, encontraron la manera de exaltar a partir de publicaciones (escritas o mandadas exprofeso), acerca de sus logros, virtudes y obras de beneficio colectivo.

Cuentan alabanzas al personaje y de sus hazañas como si de un héroe mitológico se tratara o a su ideología, generalmente de forma dogmática e incontrovertible. Sirven también como una manera disfrazada de aclarar y centrifugar “supuestos errores pasados”, decían unos de los dialogantes.

“Más que hacer reseñas biográficas, lo que se busca ahora es desarrollar un recuento de buenas acciones que llamen al interés de los demás, con la finalidad de ganar adeptos y simpatías, como una manera de resaltar obras sociales y de beneficio común, defendieron los otros.

Pero en algo coincidieron todos ellos:

Los meses previos a cualquier campaña política, es el momento exacto para que los escritores desarrollen sus dotes para mostrar a personajes limpios, sólidos y comprometidos.

El escritor, el hagiógrafo inicialmente no tiene un enfoque historiador, y –dicen los textos- su característica principal es que tiende a ajustarse a otros modelos y a tomar prestado extensamente de relatos anteriores. La hagiografía es, pues, un relato fuertemente

estereotipado cuya función es servir de instrucción y edificación mundana, pero que también puede tener una función de propaganda normativa, política y algunos otros etcéteras.

El problema no son los libros, sino los fines con que se hacen, concluyeron algunos.

Contundentes fueron los otros: los libros siempre serán riqueza para el alma, independientemente de la orientación de sus letras. La forma de entenderles y el camino que se les dé, serán su calificación más precisa.

Por siglos, la palabra impresa cambió las civilizaciones, la combinación de tinta, papel y la producción en masa difícilmente podrán ser reemplazadas en el corto plazo.

Pero ante todo, hay que defender a la lectura.

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