Redacción: Ximena Zarahi Moreno Luna
La Miss Universo 2025 arriba a CDMX en medio de señalamientos, acusaciones de manipulación y un clima mediático cada vez más hostil.
La llegada de Fátima Bosch a México la mañana de este miércoles estaba pensada para pasar completamente inadvertida. La Miss Universo 2025, originaria de Tabasco, aterrizó en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México vestida con sudadera holgada, gorra y lentes oscuros, intentando evitar miradas y preguntas. Sin embargo, su presencia no logró pasar desapercibida. Algunos reporteros la identificaron de inmediato, captando un momento inesperado que avivó aún más la polémica que rodea su reinado.
La visita de Bosch se da en un contexto tenso para la organización Miss Universe y para la propia reina, quien ha enfrentado cuestionamientos públicos desde el día de su coronación. Su triunfo ha sido puesto bajo la lupa después de que uno de los jueces del certamen, Omar Harfouch, renunciara acusando a Raúl Rocha (actual presidente de Miss Universo) de manipular deliberadamente los resultados para eliminar a candidatas de países con menos recursos, en especial de África.
La declaración del exjurado provocó un terremoto mediático que alcanzó directamente a Fátima, quien, pese a no estar señalada personalmente, quedó en el centro de una polémica global que la ha acompañado en cada aparición pública.
Durante los últimos días, la mexicana ha vivido uno de los capítulos más complicados desde que obtuvo la corona. Mientras cumplía con compromisos en Tailandia y Nueva York, sus principales sedes como Miss Universo, enfrentó preguntas insistentes por parte de la prensa internacional. En una entrevista reciente con Telemundo, la modelo se vio visiblemente incómoda por los cuestionamientos alrededor de su legitimidad como ganadora, y abandonó el programa antes de participar en las demás dinámicas planteadas. Ese gesto encendió aún más el debate sobre la presión y el desgaste emocional que ha experimentado desde que inició su reinado.
La misteriosa llegada a México, sin aviso previo y sin agenda pública anunciada, generó especulaciones inmediatas. Cuando fue cuestionada brevemente en el aeropuerto, solo alcanzó a decir: “No es mi regreso a México”, frase que dejó abiertas más preguntas que respuestas. No explicó si su visita responde a motivos personales, a un tema de salud, a una reunión privada con la organización o incluso a una estrategia de contención ante la crisis mediática.
Lo que sí es un hecho es que su presencia en territorio mexicano tomó por sorpresa a medios, seguidores y especialistas en concursos de belleza. Desde su coronación, Bosch no había realizado apariciones en el país, pues la agenda global de Miss Universo suele mantener a las reinas concentradas principalmente en Estados Unidos y Asia.
Mientras tanto, en redes sociales, el público está dividido. Una parte respalda a Fátima, argumentando que ella no tiene responsabilidad sobre las decisiones internas del certamen y que su triunfo fue resultado de su preparación y desempeño. Otra parte, más crítica, sostiene que la organización debe transparentar el proceso, especialmente después de la renuncia del jurado y las acusaciones de manipulación.
En medio de esta atmósfera de dudas y tensión, la visita de Bosch podría representar un refugio o una estrategia. También podría ser el paso previo a una declaración formal desde México, país que la vio nacer y donde goza de un fuerte respaldo popular pese a las controversias internacionales.
Lo único claro hasta ahora es que esta llegada silenciosa abre un nuevo capítulo en la narrativa de su reinado: uno donde la discreción, la presión mediática y la búsqueda de respuestas se encuentran en un mismo punto.
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