Redacción: Regina De Quevedo
Hablar sobre salud mental en el trabajo es fundamental; el bienestar integral ya no puede considerarse independiente del desempeño laboral. El agotamiento, fatiga y ansiedad no son medallas al esfuerzo.
¿Puede un jefe hablar de productividad sin priorizar la salud mental? La respuesta es un no. Este tema dejó de ser solo un asunto personal para convertirse en un factor importante del desempeño organizacional. Y aunque el trabajo te brinde bienestar, un entorno laboral mal gestionado puede llevarte a lo contrario: un riesgo que repercute en el ánimo, el compromiso y la capacidad de innovación.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) dio a conocer que el 15% de los adultos en edad laboral sufre de algún trastorno mental, y cada año se pierden 12 mil millones de días de trabajo debido a la depresión y ansiedad. El costo global alcanza a un billón de dólares en pérdida de productividad; al traducir estas cifras al lenguaje empresarial, se habla de personas agotadas, equipos desmotivados y resultados financieros afectados.
Un trabajo que ofrece propósito, seguridad y comunidad se convierte en una herramienta poderosa de salud mental, al crear identidad, estructura y sentido de logro. Sin embargo, cuando esto cambia y los riesgos psicosociales se incrementan, el lugar de trabajo puede convertirse en un lugar de ansiedad y exclusión.
Entre los riesgos para la salud mental en el trabajo se encuentran las cargas excesivas, horarios inflexibles, no tener control sobre las tareas, el acoso, la discriminación, la inseguridad y la cultura organizacional autoritaria. Estos factores pueden agravar o crear padecimientos emocionales. Si agregamos las variables personales y familiares, el tema se vuelve aún más complicado.
En México, al ser un país donde la cultura laboral ha priorizado por años la resistencia y la presencialidad total al trabajo, muchos líderes siguen midiendo la productividad por horas de asistencia y no por resultados. Pero con datos concretos, la fatiga, ansiedad y agotamiento no son reconocimientos al esfuerzo, son alarmas que advierten que algo debe cambiar.
La OMS y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) recomiendan un principio claro: el liderazgo empático, como la primera línea de defensa frente al deterioro de la salud mental laboral. Los líderes, más que los programas o las políticas, son aquellos que pueden transformar el bienestar en una realidad. Por lo que se invita a los líderes a reflexionar de qué manera se están comunicando con los colaboradores, ya que el objetivo es crear un ambiente laboral favorable, priorizando el equilibrio personal y laboral.
De acuerdo con la OMS, las intervenciones institucionales más efectivas son:
- Diseñar políticas claras contra la violencia y el acoso.
- Promover modalidades flexibles de trabajo para conciliar la vida personal y laboral.
- Invertir en desarrollo profesional y capacitación constante.
- Fomentar el trabajo colaborativo en lugar de la competencia interna.
Estas intervenciones reducen la tensión laboral y crean confianza y lealtad en el personal. Un entorno sano impulsa al personal a tener más compromiso y tener menor rotación y mayor capacidad creativa. Al contar con un liderazgo comprometido, se crean decisiones correctas: si se asigna presupuesto al bienestar y se incluyen métricas de salud mental en tableros de desempeño de la organización con la misma importancia que los resultados financieros.
En México, normas como la NOM-035 y la NOM-037 han creado un cambio significativo en cómo las empresas deben manejar los factores de riesgo psicosocial y la seguridad de sus colaboraciones. Pero la regulación, no es lo más importante. Cumplir las normas es un deber y cuidar la salud mental es un principio fundamental. Los líderes que van un paso adelante comprenden que el bienestar emocional de su equipo es un multiplicador en los resultados de rendimiento, innovación y la reputación corporativa.

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