El fallecimiento de 40 migrantes de distintas nacionalidades y 27 lesionados graves en la llamada Estancia Provisional de Ciudad Juárez en el estado de Chihuahua es una nueva tragedia que marca al presente gobierno junto con el accidente del Metro del 3 de mayo de 2021, que provocó 26 fallecimientos y 80 heridos, así como casi 138 mil homicidios dolosos, cifra que podría significar un récord en este rubro durante el sexenio, y las masacres que siguen ocurriendo todos los días en distintos puntos del país. Súmenle el asesinato de 40 periodistas, hasta ahora, en esta misma gestión.
Hay que agregar la cancelación del NAIM, que costó más de 300 mil millones de pesos, el desfalco por 15 mil millones de pesos en la agencia federal Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), la acusación por parte del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación contra Delfina Gómez por retener el diez por ciento del sueldo de los trabajadores del municipio de Texcoco durante tres años cuando era alcaldesa, para entregar el dinero a su partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el video donde David León, exfuncionario federal, entrega 150 mil pesos a Martín López Obrador en uno de los ahora famosos sobres amarillos.
También está el costo para los mexicanos del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, que a un año de su inauguración sigue siendo subsidiado con dos millones de pesos diarios, el “rescate” de Petróleos Mexicanos por parte del gobierno por 187 mil 800 millones de pesos y el racimo de inexactitudes, ataques y mentiras que desde su conferencia mañanera vierte todos los días el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Ante todo eso, no hay contrapartes como cuando López Obrador era una figura crítica de fuerza contra los gobiernos de Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto. Incluso como jefe de gobierno de la Ciudad de México a veces mandaba en la agenda mediática diaria, encima del gobierno federal.
La oposición sigue casi inexistente, carece de fuerza. Lo que era impensable, ahora es cotidiano: deben hacer alianzas PRI, PAN y PRD para competir más o menos contra Morena. Y ni así ganan. Sus líderes, diputados y senadores hacen declaraciones que no repercuten mucho; atacan, pero su ofensiva siempre se diluye, no tienen figuras nacionales de peso, al contrario, sus presidentes Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano, tienen más negativos que positivos entre la población.
Para colmo, PRI, PAN y PRD tienen pleitos internos que los debilitan mucho más. Ahí está la destitución de Miguel Ángel Osorio Chong como dirigente de la fracción priista del Senado por claras diferencias con el líder Alejandro Moreno y éste sigue terco en mantenerse en su cargo más allá de lo que marcan sus propios estatutos.
Por eso, López Obrador sigue marcando la agenda como presidente de la república y como líder real de Morena. Habla y calla de lo que quiere. Para él es excelente tener contrapesos débiles, sin trascendencia, diluidos, peleados, sin carisma. Tal vez no se dan cuenta, pero PRI, PAN y PRD están abonando por ellos mismos a sus derrotas y desaparición. Necesitan urgente un López Obrador o alguien que se le acerque tantito.
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