El otro día vi en un post en redes sociales la siguiente pregunta, que yo modifique un poco pero que iba más o menos así y que hoy quiero ponerte sobre la mesa: ¿Cuánto te está costando el ritmo y estilo de vida que llevas? Y no sólo en el aspecto financiero, sino ¿cuánto le cuesta a tu vida de pareja? ¿A tu vida familiar? Y aún más importante, ¿cuánto le cuesta a tu salud física, mental y emocional?
No siempre tenemos tiempo para observar la vida que llevamos sino que simplemente la experimentamos, nos dejamos llevar por el frenético ritmo que toma ante las responsabilidades, obligaciones, deudas y exigencias de altos estándares y la percepción del poco tiempo o de los recursos limitados.
Parece que vivir a la carrera es lo de hoy, entre más ocupados mejor. Vivimos híper ocupados, híper conectados y bastante saturados buscando alcanzar o tener “algo más”, “algo mejor”, nos hemos comprado completo (y lo hemos escalado a otros niveles) el discurso de la excelencia, la alta productividad y eficiencia:
Si es la pareja, queremos la superpareja, esa que sea siempre y todo el tiempo nos proporcione una maravillosa compañía y que las experiencias a su lado sean fabulosas, que sea súper responsable afectivamente, empático, comprensivo, apoyo y además un increíble compañero en la alcoba con una conexión casi que de fibra óptica en tanto la intimidad sexual, emocional y espiritual.
Si es dinero, no sólo queremos tener dinero para cubrir nuestras necesidades y deseos, sino también queremos muchísimo dinero para acumularlo. Si es casa, no sólo queremos la casita de nuestros sueños, sino la casa para vacaciones, la casa para rentar y otra por si acaso. Y además la queremos súper arreglada, amueblada, equipada.
Si es familia, no sólo queremos ser una madre o padre, queremos ser los mejores que nunca se equivocan y aplican todos los mejores modelos de crianza todo el tiempo, que están súper presentes y que tienen un increíble vínculo con sus criaturas.
Si es una vida sana, queremos la vida súper fit, con alimentación súper sana.
Si es una vida feliz, queremos la vida híper feliz cotidianamente y constantemente.
(¿Cuánto nos cuesta tratar de alcanzar una vida así? ¿Cuánto dejamos de disfrutar la vida que tenemos por ahora?)
Y así con todo, vamos poniendo las varas quizás demasiado altas y ello no sólo nos exige un sobre esfuerzo que lejos de motivarnos nos drena, frustra y enferma, sino que no nos permiten disfrutar lo que sí hay, lo que sí tenemos, lo que sí hemos conseguido, lo que sí está a nuestro alcance.
Quizá no nos hemos dado cuenta y con frecuencia nos auto sobre explotamos, sostenemos con todas nuestras fuerzas vidas que nos destrozan, nos dejan agotados y lejos de nuestros seres amados, y de nosotros mismos.
(¿Por cuánto tiempo podemos sostener este ritmo y estas condiciones hasta rompernos?)
Necesitamos encontrar cómo ir a un paso más cómodo, un trote que alcance pero que no canse, como bajar el ritmo, permitirnos descansar, tener tiempos libres y tiempos muertos, tener tiempo para cuidar de nosotros, para disfrutar de lo simple.
Intentar crear una vida en la que con frecuencia se sienta paz, alegría, satisfacción y tenga momentos felices, divertidos, y no esta exigencia del deber ser feliz y exitoso 24/7 x 365.
Cabe aclarar que este no es un llamado a la mediocridad o a dejar de fantasear con una vida de sueño tipo Hollywood, más bien un llamado a disfrutar de lo que tenemos y a encaminar nuestros pasos hacia una vida no sólo productiva en términos del capitalismo y el consumismo, sino a algo más simple que nos permita gozar de salud mental, emocional y espiritual, cambiar una realidad que pueda estar encadenándonos por otra que nos inspire y libere.
Y a ti ¿cuánto te cuesta la vida que llevas?
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