Por más que trato de asimilarlo, me parecen sin sentido, inexplicables e inverosímiles los tres fallecimientos de dos mujeres jóvenes y un niño a consecuencia de accidentes lamentables en distintas circunstancias y condiciones, pero a cuál más de impactante lo que hizo que nos conmocionamos todos no sólo de la Ciudad de México sino de muchas partes del país.
El martes 8 de noviembre circulaba por Patriotismo a la altura de Mixcoac cuando me topé con la calle cerrada por una manifestación de un grupo pequeño de diez o doce personas, hombres y mujeres, que acusaban con pancartas la negligencia del Colegio Williams, ubicado muy cerca de ahí, por el fallecimiento de un niño.
Después me enteré por las notas de los medios en internet que el pequeño Abner, de seis años de edad, se encontraba en clase de natación junto con sus compañeros cuando se desvaneció dentro de la alberca. Ningún instructor se dio cuenta, una de sus compañeras trató de auxiliarlo hasta que una maestra de español se percató, se metió con todo y ropa y lo sacó. El niño, todavía vivo, fue llevado al Hospital Infantil de la alcaldía Magdalena Contreras donde falleció; los papás fueron informados hasta ese momento.
La escuela – un colegio de prestigio — se deslindó de la responsabilidad; adujo que había sido un accidente sin culpables porque de inmediato se activaron los protocolos de emergencia. Es una falsedad, lo primero que debieron hacer fue notificar del accidente a los padres y no lo hicieron; por supuesto que debe haber uno o varios responsables ¿Dónde estaban el profesor o los profesores de natación mientras el niño se sumergía en el fondo de la alberca? ¿Quién estaba supervisando u observando la clase? ¿Por qué fue una maestra de español quien lo rescató casi moribundo? ¿Porqué continuaron las clases como si no hubiera pasado algo grave?
La Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México está haciendo las investigaciones respectivas y lo más pronto posible debe deslindar responsabilidades. La autoridad tiene que castigar a los responsables de la muerte de Abner; para sus padres el dolor de perder a un hijo tan pequeño nunca va a tener consuelo, pero cuando menos van a tener la tranquilidad que se hizo justicia. Por lo pronto, ya se encuentran en prisión preventiva la maestra de natación, Ana María N., y el guardavida, Alberto Alfonso N.
El jueves 10 de noviembre ocurrió otra tragedia inexplicable. Las jóvenes Sofía y Esmeralda, de 15 y 23 años, respectivamente, caminaban muy contentas hacia un concierto en el Palacio de los Deportes, acompañadas de su papá, cuando cayeron a una coladera sin tapa y fue imposible rescatarlas de inmediato y fallecieron. El hoyo está en el paso peatonal sobre Viaducto Río de la Piedad y Añil, en la colonia Granjas México.
Después que rescataron los cuerpos de las jóvenes, las autoridades de la Alcaldía Iztacalco se apresuraron a delimitar la zona con cintas y señalización – como dicen: después de ahogado el niño, tapan el pozo –. También acusaron que hay que gente que se roba las tapas y deja las coladeras sin protección, pero su responsabilidad es vigilar y cuidar el buen estado de un sitio peligroso como ese. En otro país, los familiares hubieran interpuesto una demanda contra las autoridades por negligencia y descuido, pero en México estas muertes inútiles e inexplicables van a quedar impunes porque “son accidentes”.
Los fallecimientos de Abner, Sofía y Esmeralda nunca debieron ocurrir. Los tres debían estar felizmente con su familia, pero no están por la negligencia y la irresponsabilidad de quienes debían cuidarlos.
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