Redacción: Naomi Vargas
Las películas de amor han definido nuestra forma de imaginar las relaciones, pero ¿cuánto de lo que creemos sobre el romance es una construcción de Hollywood y cuánto proviene de la psicología real? Dos científicos del comportamiento analizan las verdades —y trampas emocionales— detrás del amor cinematográfico.
Desde pequeños, el cine nos enseñó a esperar un amor que lo puede todo. Un encuentro casual, una mirada que cambia el destino y un final donde todo encaja perfectamente. Pero cuando las luces se apagan y llega la vida real, esas escenas parecen más guion que experiencia.
El episodio “What the movies get right (and wrong) about relationships” del podcast Speaking of Psychology explora precisamente eso: qué tanto las historias románticas de la pantalla grande coinciden con la ciencia del amor.
Los psicólogos Paul Eastwick (Universidad de California, Davis) y Eli Finkel (Universidad Northwestern), creadores del podcast Love Factually, se dedican a analizar películas románticas con la precisión de un laboratorio emocional. Ellos revisan cómo se forman los vínculos, qué nos atrae y por qué seguimos cayendo en los mismos patrones narrativos una y otra vez.
Para los investigadores, algunas películas logran capturar la complejidad real del amor. Historias como Marriage Story, Brokeback Mountain o La La Land no venden solo romance, sino vulnerabilidad, frustración y deseo de conexión. “Nos recuerdan que amar no es encontrar a la persona perfecta, sino aprender a bailar con la imperfección”, explica Eastwick.
Sin embargo, la mayoría de las comedias románticas siguen alimentando ideas imposibles. El mito del “alma gemela”, por ejemplo, puede sabotear relaciones reales: si creemos que solo hay una persona ideal, cualquier conflicto se interpreta como señal de que no era “el destino”. Finkel señala que ese pensamiento crea expectativas tóxicas: “El amor de verdad no es mágico, es una decisión sostenida en el tiempo”.
Otro error común del cine es terminar la historia justo en el clímax —cuando la pareja se besa o se casa—, dejando fuera la parte más compleja: la convivencia. La ciencia dice que la satisfacción amorosa no depende de la intensidad del inicio, sino de cómo enfrentan juntos los desacuerdos.
Aun así, ambos coinciden en que las películas no son enemigas del amor. Pueden inspirar empatía, ayudarnos a reflexionar y, a veces, mostrarnos verdades más profundas que los estudios clínicos. “El cine acierta cuando retrata el amor como un proceso”, afirma Eastwick. “Porque en realidad, las historias de pareja no terminan: solo cambian de escena.”
Entonces, la próxima vez que veas una película romántica y sientas que tu vida amorosa no se parece a la de la pantalla, recuerda: quizá no estás viviendo un guion… estás viviendo algo mucho más real.
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