En una movida audaz y controversial, Michael Jackson, el icónico “Rey del Pop”, sorprendió al mundo al adquirir los derechos de algunas de las canciones más emblemáticas de The Beatles por 47.5 millones de dólares, según informó la revista de espectáculos Variety.
Los derechos de estas canciones, compuestas principalmente por el dúo Lennon-McCartney entre 1964 y 1970, habían estado bajo la custodia de la compañía ATV Music hasta ese momento. Sin embargo, tres sencillos icónicos: “Love Me Do”, “Please Please Me” y “Ask Me Why”, no estaban incluidos en la adquisición.
Estas transacciones financieras suelen pasar desapercibidas para el público general, pero esta compra en particular llevó a la ruptura de la amistad entre Jackson y el ex Beatle, Paul McCartney. Solo dos años antes, ambos artistas habían colaborado juntos en éxitos como Say Say Say”.
Fue el propio McCartney quien, en su momento, reveló a Jackson que el verdadero negocio en la música estaba en adquirir derechos editoriales de canciones. Tal consejo no cayó en saco roto. Después de que McCartney compartiera su experiencia adquiriendo derechos de artistas como Buddy Holly, Jackson hizo su jugada maestra, sumergiéndose en el mundo de los derechos de reproducción.
La controversia radicó en el sigilo con el que Jackson llevó a cabo las negociaciones. McCartney y Yoko Ono, la viuda de John Lennon, solo fueron informados de la oferta de Jackson cuando ya estaba casi cerrada. Las reacciones no se hicieron esperar: McCartney tachó a Jackson de “perro sarnoso” y expresó su sentimiento de traición en diversas entrevistas.
La compra de estos derechos no solo enfureció a los admiradores y ex miembros de The Beatles. Jackson, al monetizar el catálogo de la banda a través de campañas publicitarias como la de Nike con la canción “Revolution” en 1987, fue fuertemente criticado. Acciones como estas parecían una afrenta al legado de la banda.
Este giro en el mundo de la música demostró el poder y astucia empresarial de Jackson. Sin embargo, también reflejó la fragilidad de las amistades en la industria, especialmente cuando los negocios y legados entran en juego.
La amistad entre McCartney y Jackson, dos titanes de la música, se desvaneció con una llamada internacional. Aunque McCartney seguiría recibiendo ingresos por sus composiciones, el equilibrio del poder en la música había cambiado irrevocablemente.
La pregunta que persiste es: ¿Valió la pena la pérdida de una amistad por el control de un legado?
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