Redacción: Naomi Vargas
Un rostro reconocido por millones, una carrera marcada por el éxito y una caída que sorprendió incluso a quienes siguieron de cerca su trayectoria.
La historia de Gary Busey no solo es una de las más polémicas de Hollywood, sino también un recordatorio de cómo la fama puede convertirse en una sombra que termina por consumirlo todo. Su vida profesional brilló durante décadas, pero su vida personal avanzaba hacia una tormenta que lo llevó a perder casi toda su fortuna.
Busey inició su camino en el mundo artístico como músico, tocando la batería para grupos como The Rubber Band y Carp. Estos primeros pasos le abrieron la puerta a pequeños papeles en televisión durante los años 70, aunque fue su interpretación de Buddy Holly en 1978 la que lo catapultó a la élite del cine estadounidense. Su nominación al Óscar como Mejor Actor y su papel protagónico en El gran miércoles consolidaron su imagen como una estrella en ascenso.
Durante los 80, su nombre era sinónimo de proyectos exitosos. Participó en películas como El ciclo del hombre lobo, Barbarosa y el clásico Arma Mortal. La década de los 90 también le abrió caminos con roles destacados en Depredador 2 y El novato del año. Sin embargo, mientras las cámaras lo colocaban en la cima, su vida privada se volvía cada vez más turbulenta. Su carácter explosivo y sus decisiones riesgosas comenzaron a ocupar titulares de una manera muy distinta a la que él deseaba.
En 1988, Busey estuvo al borde de la muerte tras un grave accidente en motocicleta por conducir sin casco. Más adelante, en 1999, fue detenido en Malibú por agredir a su entonces esposa, Tiana Busey. Situaciones como estas no solo dañaron su reputación, sino que revelaron un patrón de conductas impulsivas que se intensificaban con el tiempo. Además, sus problemas de adicción lo llevaron a una sobredosis que casi termina con su vida, experiencia tras la cual afirmó no volver a consumir.
A pesar de haber generado varios millones a lo largo de su carrera, su situación económica se derrumbó con la misma rapidez con la que su nombre desapareció de los grandes estrenos. En 2008 fue desalojado de su casa en Malibú por falta de pago y, en 2012, terminó declarándose en bancarrota. En aquel proceso legal reveló deudas superiores a 500 mil dólares y un patrimonio neto de solo 50 mil, cifras que generaron asombro considerando los años de éxito que había vivido.
Hoy se estima que posee alrededor de 500 mil dólares, una cantidad pequeña frente a todo lo que generó en su época de mayor fama. Aunque nunca se esclareció por completo cómo perdió su dinero, expertos señalan que la combinación de adicciones, gastos descontrolados y problemas legales moldearon el camino hacia su crisis financiera. La historia de Gary Busey es, en última instancia, la crónica de un talento extraordinario que no logró escapar de sus propios excesos y de un sistema que pocas veces ofrece segundas oportunidades.
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