Redacción: Mayra Núñez
Un plátano pegado a la pared con cinta gris se vendió por$120,000. Tres cifras en dólares. Una ovación en Miami.
Así comienza el espectáculo: el arte convertido en meme, en mercancía, en provocación rentable.
Maurizo Cattelan no pinta, no esculpe, no dice nada, El trata de incomodar, se burla y además cobra por eso ¿Genio o bufón? ¿Artista o estratega?
El arte contemporáneo se ha vuelto un circo. Damien Hirst vende tiburones embalsamados.
Bansky destruye su obra en plena subasta. Las galerías aplauden. Los museos legitiman. El mercado del arte festeja.
Y en ese aplauso se esconde una trampa: confunden la creatividad con la tontería, la ocurrencia con el arte, lo vacío con la revelación. Se premia lo que los hace ganar dinero, dándole una narrativa donde la mayoría de los espectadores quedan convencidos y deseándolo obtener.
También sabemos que el arte es un testimonio del momento social, político y económico que se está viviendo, y a través de las diferentes expresiones artísticas lo podemos apreciar.
Pero nos confunden con ese aplauso donde se esconde una trampa: confunden la creatividad con el ruido, la ocurrencia con el arte, lo vacío con la revelación.
Se premia lo que se viraliza, no lo que transforma.
Mientras tanto, el arte como sentimiento profundo, como símbolo, como ritual, como revelación, queda relegado.
Lo autentico no grita. No se vende en tres minutos.
Pero permanece.
Hoy, el bufón se sienta en el trono. Y el silencio del verdadero arte se vuelve resistencia.
“El arte no es lo que se ves, sino lo que hace sentir a otros”
Edgar Degas.
Profa. Mayra Núñez P.
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Galeria Mayra.
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