Columna Mayra Núñez
El arte ha dejado de ser únicamente un objeto de valor como algo coleccionable, admirado desde la distancia, ya no se limita a lo decorativo ni a lo contemplativo.
Hoy, el arte se ha convertido en un medio de protesta, de cuestionamiento, de posicionamiento político. Ha salido de los museos para habitar en las calles, los cuerpos, las heridas.
En el arte contemporáneo, el “performance” ha sido clave. A través de él, el cuerpo se transforma en lienzo, en escenario, en documento vivo. Ya no se pinta sobre el cuerpo: se pinta con el cuerpo. Se expone, se vulnera, se convierte en mensaje.
Artistas como Regina José Galindo han llevado esta idea al extremo. En su obra qué presento ¿Quién puede borrar las huellas?, camino descalza por las calles de Guatemala con sangre humana en los pies, dejando huellas imborrables denunciando a la violencia, a las muertes, a las violaciones, y al Estado por no resolver, o por lo menos mirar la realidad no ignorarla.
Con esta obra Regina recibió el premio” El León de Oro” a mejor artista joven en la Bienal de Venecia en 2005.
En otra presentación Himenoplastia , su cuerpo fue intervenido quirúrgicamente para evidenciar la violencia simbólica que exige pureza femenina. Regina Galindo no representa: encarna. Su cuerpo no ilustra: grita.
Este tipo de arte no busca agradar. Busca incomodar, despertar transformar. Y aunque no todas las mujeres se expresan desde el performance muchas lo hacen desde otros lenguajes: el bordado, la cerámica, el maquillaje.
Cada trazo, cada forma, cada elección estética sobre el cuerpo o sobre el objeto es una afirmación “estoy vivo, esto no lo borren”
Porque el arte no solo se colecciona: se vive
Profa. Mayra Núñez P
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