Redacción: Guicel Garrido
Nosferatu es una figura esencial en la historia del cine de terror. Su primera aparición se registró en 1922, en la obra de expresionismo alemán dirigida por F.W Murnau. Este film es considerado una adaptación no oficial del clásico de Bram Stoker, Drácula (1897).
Pese a los intentos de la familia de Stoker por destruir la película, Nosferatu permaneció y se convirtió en uno de los clásicos más importantes de la cultura gótica. Su influencia se extiende a numerosas representaciones cinematográficas que lo han consolidado como un símbolo eterno de oscuridad, misterio y terror.
En la versión de Eggers, Nosferatu regresa como un ser gótico que logró capturar el horror del público con solo verlo, esto fue gracias a la apariencia del vampiro, que, a diferencia de Drácula, posee características grotescas; cabeza calva, orejas puntiagudas, garras afiladas y piel putrefacta.
Una de las grandes diferencias entre Drácula y Nosferatu es la manera en la que representan al vampiro mitológico, mientras que Stoker lo hace ver como un símbolo de seducción oscura, Orlok simboliza la muerte inevitable, una plaga que se extiende sin control.
Este arquetipo desafía todo lo conocido del vampiro moderno, mostrando una cara poco conocida en la industria. Sin embargo, los amantes de la estética gótica ven a Nosferatu como un verdadero icono de la cultura, uno que ha ganado incluso más reconocimiento que el Drácula de Stoker.
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