Salud

El trágico avance médico que ganó un Premio Nobel: la lobotomía

Redacción: Guicel Garrido 

La lobotomía se considera uno de los procedimientos médicos más atroces y aterradores en el ámbito de la psiquiatría. Esta práctica dejó tras de sí miles de vidas destruidas. A pesar de ello, el procedimiento quirúrgico fue galardonado con el Premio Nobel en 1949.  

 La idea se desarrolló en 1935 por el neurocirujano portugués António Egas Moniz. Sin embargo, no fue hasta un año después que se realizó la primera cirugía, a manos de James Watts, un colaborador de Egas. En la década de 1930, la psiquiatría no contaba con los avances necesarios para tratar enfermedades mentales o trastornos como la depresión o la esquizofrenia. Por esa razón, la lobotomía era considerada una práctica que facilitaba la vida de los pacientes y de sus familias. 

 El proceso implicaba seccionar las conexiones nerviosas del lóbulo frontal del cerebro a través de un agujero en el cráneo. Por allí se introducía un instrumento afilado que se movía de un lado a otro, cortando dichas conexiones. Moniz afirmó que la intervención quirúrgica lograba mejoras significativas en pacientes con trastornos graves.  

 Aunque Egas Moniz y James Watts fueron los principales autores de la lobotomía, también hubo otro hombre que contribuyó a la popularidad de la práctica psiquiátrica: Walter Freeman, un neurólogo estadounidense que perfeccionó el procedimiento de Moniz, llevándolo a un nivel global. Para 1940, la lobotomía se había convertido en una alternativa médica tan usual como las camisas de fuerza o los confinamientos en centros psiquiátricos, de manera forzada e indefinida. 

 Los familiares de los pacientes veían esta práctica como una posible cura, económica y rápida de realizar. Pese a estas creencias, la realidad era muy diferente. La lobotomía ocasionó consecuencias irreparables para muchos de sus pacientes. 

Uno de los casos más lamentables fue el de un niño de 12 años llamado Howard Dully, un niño inquieto y travieso que pasaba por un momento difícil debido a la muerte de su madre y a una mala relación con su madrastra. Walter Freeman le diagnosticó esquizofrenia, una conclusión bastante arriesgada, pues ningún otro profesional de la psiquiatría coincidía con esa evaluación. Aun así, la familia dio su consentimiento y el niño fue sometido a una lobotomía. 

Le tomó muchos años recuperarse de esa operación. Estuvo institucionalizado durante años hasta que, ya adulto, pudo intentar llevar una vida normal, lo cual no fue nada fácil. A sus 66 años, Howard compartió diversos testimonios sobre cómo las secuelas de la cirugía le cambiaron la vida. 

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