Redacción: Guicel Garrido
El Día de Muertos es una de las celebraciones más importantes en México. Su origen yace desde hace más de 500 años como una combinación de las tradiciones prehispánicas con la religión católica. La festividad honra a las almas y su retorno transitorio a la tierra, cuyo viaje cruza el Mictlán para llegar con sus seres queridos y familiares.
Origen
Para los indígenas, el Día de Muertos recibía a las animas en la tierra, regresaban con los mortales para compartir una noche con quienes amaron en vida; aquellos que los esperaban en el plano terrenal los recibían con alimentos que colocaban en altares. En la época prehispánica el culto a la muerte era uno de los elementos básicos de la cultura. Los cuerpos eran envueltos en un petate y sus familiares organizaban una fiesta que ayudaría al alma en su recorrido al Mictlán.
La tradición surgió como una conmemoración que realizaban los indígenas en los tiempos prehispánicos, tiempo después se combinó con una serie de rituales religiosos católicos traídos por los españoles. Los pueblos originarios como los mexicas y totonacas, adaptaron la veneración de sus muertos con el calendario católico, el cual coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz. De acuerdo con las fechas, el 1 de noviembre corresponde a “Todos los Santos”, día que se conmemoraba a las almas pequeñas o muertos chiquitos y el 2 de noviembre a los “Fieles Difuntos”, los adultos.
Costumbres de la celebración
Una de las tradiciones más importantes en la celebración de los muertos es la realización de altares: en ellos se colocan pétalos de cempasúchil, velas y comida como el pan de muerto, hecho a base de maíz y otros vegetales muy típicos en las festividades prehispánicas. También está presente el copal que se caracteriza por ser una resina aromática considerada alimento de las divinidades celestes; objetos artesanales y los platillos favoritos del difunto también son habituales en estos rituales.
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