La columna del día Antonio Gamboa Chabbán

La entrega del poder

Columna  Antonio Gamboa Chabbán

Las bases de la entrega del poder en México están consignadas en diversos artículos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.  

Quienes tenemos memoria de haber sido testigos en varias ocasiones de la transmisión del poder en México, hemos constatado que ha habido respeto al pacto político implícito de cuidar al Estado Mexicano, no nos ha tocado ver a un presidente de la República que por la razón que sea, se mantenga en el poder, al término del mandato, siempre hemos testificado que en todo momento se ha honrado el texto constitucional.  

La entrega del poder en México se ha materializado por la convicción democrática de los gobernantes en turno, con señales claras de que la transitoriedad del cargo es una fuente legitimadora en la renovación del poder.  

No obstante, en libros de historia se dejado constancia que no siempre fue así, se presentaron en diversos momentos de la historia de México, muestras de autoritarismo y abuso de poder, a través de personas narcisistas que generaron del poder un modo de vida en sí mismo, justificadas de diversas formas, pero teniendo como consecuencia la permanencia en periodos que inclusive fueron votados en las urnas, a partir de los cuales obtuvieron beneficios de carácter personal, en principio el reconocimiento y culto a su persona y diversos privilegios que otorga el ejercicio constante del poder, en apariencia por el “bien de México”, pero la realidad demostró una y otra vez que antepusieron sus intereses personales al país, creyéndose únicos e irrepetibles.  

Una de las creencias reiteradas es que son Estadistas fuera de serie que forman parte de un grupo de iluminados que se encuentran por encima de miles o millones de personas. Se consideran perfectos, dicen no mentir, aseguran no engañar y juran no traicionar. 

En este momento histórico, presidente de la República ha insistido en esa línea argumentativa y ha mantenido el discurso desde hace 17 años, de un llamado fraude electoral que en su opinión fue objeto en 2006, aparentemente por esa mezcla de intereses contrarios a su intachable presencia y conducta, con lo cual, de una manera poco racional ha calificado casi cualquier elección donde no haya obtenido el triunfo su movimiento político, -ahora llamado de Regeneración Nacional-, como de fraudulenta y a últimas fechas, ha asegurado que en 2024, cualquier resultado contrario a sus intereses no es posible, tachando por lo menos de corruptas a todas aquellas personas que no piensen como él o que voten por una preferencia política diversa. 

Con ese antecedente y el cheque en blanco que él dice tener derivado de la elección de 2018, intenta ocultar lo que por años criticó como eterno candidato opositor: la corrupción. 

Un dato que lo tiene muy entusiasmado es una aparente mejoría en el incremento del nivel de vida de las personas con menos ingresos de 2018 a la fecha. Lo que se deja de mencionar es que el costo de la vida es más elevado ahora que en 2018, es decir, con pesos de 2023, nos alcanza para menos de lo que nos alcanzaba con pesos del 2018, luego entonces esa aparente mejoría en el ingreso pierde todo lucimiento desde el momento en el que compramos menos satisfactores con más dinero. Lo anterior, sin dejar de mencionar que, en muchos casos, ahora a las personas con menos recursos, que no cuentan con seguridad social -o contando con ella, no tienen acceso a medicamentos, porque no los hay disponibles-, pagan de manera directa el costo de medicamentos de su bolsillo. 

Con este entorno y una negación de la realidad que se vive en el país en temas de violencia, de desabasto de medicamentos, de actos de corrupción, y otros más, en los que regularmente hace gala de “sus otros datos”, insultando la inteligencia del pueblo de México, estoy seguro que si así se decide en las urnas, un resultado adverso a su movimiento en la elección presidencial de 2024, no será aceptado por él y de ser así, tendrá el dilema histórico de entregar o no el poder, tal y como lo establece la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, poniendo a prueba el honor y respeto a su convicciones democráticas frente a su creencia de que nadie como él, según sus propios datos, para conducir el destino del país. 

 

Antonio Horacio Gamboa Chabbán 

Maestro en Derecho Político y Administración Pública