Durante los últimos años hemos tenido una alta exposición al uso de la tecnología a través de distintos medios, tanto aplicaciones como equipos que han ido sofisticando la interacción del ser humano, cada día que pasa dependemos más de los beneficios del avance tecnológico, en algunos casos para nuestra estabilidad física, emocional y mental, en algunos otros el abuso de la tecnología ha generado altos índices de lo que se conoce como estrés tecnológico, aquí lo explico.
Un ejemplo de los beneficios del uso adecuado de la tecnología en México es el WhatsApp, la segunda Red Social más utilizada después de Facebook, con cerca de 80 millones de usuarios, lo que representa que el 92% de usuarios de redes sociales en el país usa WhatsApp. En el mundo, ya somos 2,000 millones de usuarios de esta Red Social.
A través del WhatsApp, nos mantenemos en comunicación permanente con familiares y amistades, con quienes colaboran en nuestra organización o quienes la dirigen ya sea a través de textos, audios, videos, ligas a sitios web, todo lo que esté a nuestro alcance de manera inmediata a través de esta aplicación. Su efectividad es sorprendente, porque nos permite conocer o transmitir en el momento información de nuestra ubicación, nuestras emociones, dejamos constancia de diversos “momentos” a través de textos, imágenes fotográficas, videos, audios, en fin, múltiples posibilidades de comunicación e interacción con el mundo exterior, comunicación que sabemos puede ser individual o grupal.
Así como esta aplicación existen otras que permiten efectos similares, Facebook Messenger, Telegram y muchas más y con efectos diversos como Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y LinkedIn entre otras, lo cual genera reiteradas consultas a través de nuestro teléfono celular y que, por supuesto mucho depende de la edad del usuario, la red social de su preferencia, un mundo infinito combinaciones. Las posibilidades se multiplican tantas como sitios de internet, aplicaciones que dicho sea de paso, nos facilitan nuestras actividades cotidianas, desde trasladarnos de un lugar a otro, comprar medicamentos, alimentos, servicios a domicilio, conocer y relacionarnos con otras personas, enviar y recibir correos electrónicos, mapas de la ciudad y la mejor ruta para llegar de un lado a otro, juegos, operaciones bancarias, pago de servicios, contratación de eventos, capacitación y certificación de conocimientos, lectura, son innumerables beneficios los que la tecnología ha contribuido para el desarrollo cotidiano de nuestra vida, lo que antes se hacía en 4 horas, hoy se puede realizar en 10 minutos desde un teléfono celular por ejemplo.
De ahí que en el día a día, cada vez es más difícil salir a la calle sin teléfono celular en mano, con todo lo que ello implica, ya es evidente en las calles, que una gran mayoría de las personas que circulan, ya sea caminando, en su auto, en transporte público, se les mira consultando un teléfono, no en todos los casos de manera segura ni recomendable, pero así lo hacen, en tanto caminan, manejan, ingieren alimentos, hemos llegado al extremo de integrarnos a reuniones con un teléfono celular en mano en muchas ocasiones dejando de lado la atención personalizada para las personas con quienes platicamos, interponiendo -so pretexto de temas de trabajo o personales- un teléfono celular.
Algo que hoy contribuye a nuestra estabilidad cotidiana es el uso de nuestro teléfono celular, de lo contrario, si por descuido olvidamos nuestro teléfono al salir de casa, resulta un momento incómodo porque nos sentimos desprotegidos, tal y como si una parte de nosotros se hubiese perdido o ausentado.
Este fenómeno de dependencia a la tecnología y la necesidad que tenemos por consultar en todo momento noticias, conversaciones y otras aplicaciones, se ha convertido ya en un tema de salud llamado estrés tecnológico.
Por primera vez en 1984, el psiquiatra norteamericano Craig Brod en su libro “The Human Cost of the Computer Revolution” ocupó el término “tecnoestrés” al señalarlo como “una enfermedad de adaptación causada por la falta de habilidad para tratar con las nuevas tecnologías del ordenador de manera saludable”, término que casi 40 años después cobra total relevancia en el entorno en el que nos desarrollamos de manera cotidiana.
Apenas habían transcurrido 3 años del uso de los primeros ordenadores que lanzó IBM en 1981, cuando ya el psiquiatra Brod analizaba el impacto en las tareas cotidianas en el ser humano.
Hoy día, con decenas de estímulos digitales a nuestro alcance, lo que necesitamos preguntarnos es ¿cómo identificar si nos encontramos en un problema de abuso tecnológico?
No hay una respuesta única ante este fenómeno, sin embargo, existen diversos indicadores que pueden resultar útiles para saber en qué momento se debe realizar un “detox tecnológico” y al respecto lo que he encontrado en diversa bibliografía en la que se aborda el problema con diferentes enfoques tanto en Estados Unidos como en España, es que se presenta una modificación en los patrones de conducta, en los hábitos, en la capacidad para interrelacionarnos con los demás, en la productividad, en las horas adecuadas de descanso, entre otros aspectos.
Quizá uno de los aspectos más relevantes es que derivado de esa serie de modificaciones internas, comenzamos con problemas de sueño intermitente, insomnio, falta de concentración, dolores de cabeza, inclusive problemas visuales, auditivos, dolores musculares, angustia, en fin, muchos posibles impactos en nuestra salud a los cuales vale la pena poner atención.
Algunas de las medidas que especialistas sugieren para combatir los efectos nocivos en nuestra salud cuando existe abuso del uso de tecnologías, es estar en condiciones de que en una plática con amistades o familiares nos demos la oportunidad de convivir sin estar de manera constante consultando publicaciones, noticias, mensajes que impiden establecer una comunicación sencilla y natural en el entorno social.
De igual forma, establecer horarios de consulta a redes sociales, noticias y comunicaciones diversas que nos permitan identificar con claridad los horarios de trabajo, libres de estímulos tecnológicos que no correspondan con nuestra actividad profesional, en muchas ocasiones estar disponibles 24/7 no es sano ni productivo, dado que no somos máquinas.
Por supuesto, algo relevante en lo que hay que poner atención, es la disciplina con la cual la niñez en esta época hace uso de redes sociales, videojuegos entre muchas posibilidades, con la finalidad de que su desarrollo cognitivo no se vea limitado por el aislamiento que implica el abuso de la tecnología.
En México, resulta indispensable realizar estudios a fondo que nos indiquen el impacto del abuso de la tecnología en nuestra salud y medidas para contrarrestarlo, sin embargo, en nuestra vida cotidiana, estamos en condiciones de hacer consciencia de los efectos que tiene y lograr identificar de manera personal cuáles son los límites adecuados para alcanzar un modo de vida sano.
Mtro. Antonio Horacio Gamboa Chabban
Consultor
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