Redacción: Litzury Gamboa
Envejecer es un proceso natural en el que el cuerpo acumula daños en las células y moléculas, lo que conlleva a una dismunución gradual de las capacidades físicas y mentales. Esto aumenta el riesgo de enfermedades y complicaciones, como la pérdida de audición, cataratas, dolores articulares y condiciones como diabetes, osteoartritis y demencia. Además, su piel también experimenta cambios, perdiendo elasticidad y volviéndose más frágil debido a la reducción de células que producen melanina y la disminución de la grasa subcutánea.
Uno de los principales factores que afectan el envejecimiento de la piel es la oxidación, que se acumula a través de la exposición a la contaminación, la radiación ultravioleta y el propio metabolismo del oxígeno. Este daño oxidante afecta moléculas clave como el ADN, las proteínas y los lípidos. El cuerpo tiene mecanismos de defensa para contrarrestar estos efectos, como las enzimas antioxidantes y los compuestos obtenidos de los alimentos.
Las vitaminas juegan un papel crucial en la lucha contra los daños oxidativos de la piel. La vitamina C y la vitamina E, tanto aplicadas tópicamente como consumidas a través de la dieta, son esenciales para combatir los efectos del envejecimiento. Otros compuestos como el resveratrol, el picnogenol y las epicatequinas presentes en alimentos como el té verde, las cerezas y el vino tinto también son potentes antioxidantes que contribuyen al proceso antienvejecimiento.
Además, el consumo de L-carnitina, presente en las carnes, pescados y algunos vegetales, mejora la función del sistema inmunológico, lo que también beneficia la salud de la piel. El resveratrol, combinado con vitamina D, se ha mostrado eficaz para retrasar el daño en el tejido muscular, lo que puede ser útil en el tratamiento y prevención de la sarcopenia, una afección relacionada con la pérdida de masa y fuerza muscular en los adultos mayores.
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