Redacción: Amairany Ramírez
Con el inicio del Adviento, una antigua tradición cargada de simbolismo y esperanza toma protagonismo en iglesias y hogares cristianos: la Corona de Adviento. Este significativo ritual marca las cuatro semanas previas a la Navidad, invitando a los fieles a reflexionar sobre la fe, la paz, la alegría y el amor mientras se preparan espiritualmente para el nacimiento de Cristo.
La historia de la Corona de Adviento combina elementos de las tradiciones germánicas y las prácticas cristianas, antes de la llegada del cristianismo, los pueblos nórdicos encendían velas durante los oscuros días de invierno como símbolo de luz y esperanza. Con el tiempo, esta costumbre fue adoptada y resignificada por la Iglesia, dándole un profundo significado espiritual: la luz que crece con cada vela encendida representa la llegada de Jesucristo, la luz del mundo.
La forma circular de la corona simboliza la eternidad de Dios, sin principio ni fin, mientras que las ramas verdes evocan la esperanza y la vida eterna. Las velas, colocadas estratégicamente, se encienden una a una en cada domingo de Adviento, guiando a los fieles en un camino progresivo hacia la Navidad. Cada vela de la Corona tiene un color y un significado específico, encendiéndose en un orden determinado:
- Primera vela (Morada): La vela de la esperanza, se enciende el primer domingo de Adviento y simboliza la fe en las promesas de Dios y la llegada del Salvador.
- Segunda vela (Morada): La vela de la paz; encendida el segundo domingo, invita a reflexionar sobre la reconciliación y la paz que trae Jesucristo.
- Tercera vela (Rosa): La vela del gozo, prendida el tercer domingo, conocido como el Domingo de Gaudete, celebra la cercanía de la Navidad con alegría y optimismo.
- Cuarta vela (Morada): La vela del amor; iluminada el cuarto domingo, recuerda el amor infinito de Dios al enviar a su Hijo al mundo.
- Quinta vela (Blanca, opcional): La vela de Cristo; algunas coronas incluyen una vela central blanca que se enciende en Navidad, representando a Jesús como la luz del mundo.
En muchos hogares, la Corona de Adviento reúne a las familias cada domingo para un momento de reflexión espiritual. Con el encendido de cada vela, se leen pasajes bíblicos y se elevan oraciones, fortaleciendo los lazos familiares y la conexión con la fe. En las iglesias, este símbolo se integra a las celebraciones litúrgicas, ayudando a los fieles a prepararse interiormente para la Navidad. La Corona no solo adorna los altares, sino que también ilumina el camino hacia el entendimiento de los valores esenciales de esta época: esperanza, paz, alegría y amor.
Más que un adorno, la Corona de Adviento es una invitación a vivir el verdadero espíritu de la Navidad. Este símbolo atemporal, que conecta a los fieles con sus raíces espirituales, recuerda que la luz siempre triunfa sobre la oscuridad, ofreciendo un mensaje de esperanza para el mundo.
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