Por Ricardo Burgos Orozco
En 1979 se estrenó una película que en esta época podría ser visionaria de lo que está sucediendo en la actualidad: El año de la peste. El guion está escrito por Gabriel García Márquez, Juan Arturo Brennan y José Agustín, basado en la novela de Daniel Defoe: Diario del año de la peste. La historia tiene qué ver con una epidemia que azota México; el presidente de la república en turno lo niega permanentemente, apoyado por medios mercenarios y funcionarios zalameros al extremo. Enmedio de un país plagado de muertes y sin control, el primer mandatario convoca a sus principales colaboradores para un brindis porque se acerca el fin de su administración, y con una copa de champaña en la mano declara con énfasis: En mi sexenio no hay ni habrá peste.
Algo similar está ocurriendo en la actualidad en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador. El jefe del Ejecutivo no está viendo o no quiere ver la violencia que está amenazando diario con la estabilidad política, económica y social en la mayor parte del país. Leemos, vemos y escuchamos en los medios cada rato de masacres, asesinatos, bombazos, ejecuciones, extorsiones, como nunca antes.
Hace unos días, López Obrador afirmó que “el tema de los conservadores y de sus medios es exaltar todo lo relacionado con la violencia como si fuese lo mismo de antes y los datos que tenemos, que consideramos son datos ciertos, indican que no hay una situación de descontrol de violencia en Chiapas y en el país”.
Insistió que la violencia en el país es un problema que heredó de los gobiernos del pasado, pero la está atendiendo todos los días, pero ya han transcurrido casi cinco años de su administración y no se ven resultados concretos. Sin embargo, en el sexenio actual se ha llegado a una cifra récord de más de 140 mil homicidios dolosos y más de cuatro mil feminicidios y la cifra continúa en crecimiento.
Cuando se le interroga al presidente en sus conferencias matutinas sobre la escalada de violencia en Guanajuato, Jalisco, Chiapas, Tamaulipas, Guerrero, Estado de México, él se va por la tangente y mejor habla de su enemiga favorita por el momento, Xóchitl Gálvez, y comenta que “como no le funcionó a la oposición lo de Xóchitl, van a enfocarse a la violencia”, con lo que insinúa que sus adversarios políticos son los culpables de la criminalización.
Xóchitl Gálvez, aspirante presidencial de la oposición, convertida en un fenómeno mediático en las semanas recientes, señaló que la estrategia de seguridad del presidente de abrazos y no balazos no ha funcionado. Hay otras voces de los sectores políticos, empresariales y sociales que coinciden con esa afirmación.
López Obrador, como es su costumbre, prefiere oír las voces zalameras de sus más cercanos o de sus leales corcholatas, que nunca le aportan opiniones críticas; así, parece decir todos los días, con una copa de champaña en la mano: en mi sexenio no hay ni habrá violencia.
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