Por Ricardo Burgos Orozco
Conocí a Xóchitl Gálvez en 1998; yo trabajaba en comunicación social del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, el DIF; teníamos una reunión nacional de directores, pero ese día, 29 de junio, jugaba la selección mexicana de futbol contra Alemania los octavos de final del Mundial de Francia. Instalaron una gran pantalla para ver el juego y ahí estaba la ahora senadora en primera fila porque algo estaba haciendo con su empresa, no recuerdo qué, para apoyar tareas asistenciales de aquel entonces.
Al final del partido y de ese día de reunión, la saludé brevemente. Siempre dicharachera, mal hablada, con una amplia sonrisa, pero muy segura de sí misma. Atraía los reflectores con su elocuencia y simpatía; opiné en ese momento que se me hacía muy acelerada, como que andaba de prisa permanentemente.
No la he vuelto a ver en persona; nunca atrajo muchos reflectores, aunque sé que nunca se le ha quitado esa personalidad de acelerada y ocurrente. Fue jefa delegacional de Miguel Hidalgo por el Partido Acción Nacional de 2015 a 2018 y actualmente es senadora. Es una exitosa empresaria, pero no le ha ido mal en la política.
Ya perdí la cuenta de cuantas entrevistas le han hecho desde que llegó a las puertas de Palacio Nacional, el 12 de junio pasado, para querer entrar a la conferencia de prensa del presidente Andrés Manuel López Obrador y ejercer su derecho de réplica por una afirmación del mandatario, de las muchas que ha soltado sin fundamento, de que la legisladora estaba en contra de los programas sociales. Nunca le abrieron y la hidalguense lo tomó a broma, sonrió ante la prensa, la tomaron tocando la puerta y comenzó el fenómeno que hasta ahora continúa.
López Obrador la ha hecho crecer porque tiene ocho días hablando de ella y lo hace casi siempre de manera despectiva, la llama la señora Xóchitl, la candidata de la oligarquía, la designada por Claudio X. González, critica que ande en bicicleta y señala sarcásticamente que él va a andar en triciclo vendiendo tamales. En todas le ha contestado Xóchitl Gálvez y ahora la gente se lo festeja. Con ella se cumple el adagio ese de “que hablen de mí, aunque sea mal”.
De ser candidata al gobierno de la Ciudad de México, la senadora está trepada ahora como aspirante presidencial de la oposición y hasta ahora sigue creciendo. Dicen que no hay ningún temor López Obrador, el líder de Morena, Mario Delgado y las llamadas “corcholatas”, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Ricardo Monreal, pero yo creo que sí porque no tenían enfrente desde hace años una figura que tuviera el arraigo, la fuerza y la personalidad natural y desenfadada de Xóchitl Gálvez. AMLO, Morena y los precandidatos pensaban que se iban a topar con un gris y opaco Santiago Creel.
Xóchitl Gálvez sigue hoy el camino que alguna vez inició Andrés Manuel López Obrador cuando lo hizo crecer Vicente Fox Quesada por intentar desaforarlo ¿Hasta dónde llegará la hidalguense? Veremos cuántas piedras le ponen en el camino sus mismos “aliados” y la marabunta oficialista, empezando por el inquilino de Palacio, como le llama la propia senadora.
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