Por Daniel Lee
Seguro muchos de nosotros alguna vez escuchamos eso de que el estrés era la enfermedad del futuro, bueno pues ese futuro nos alcanzó hace mucho tiempo, y no tuvo tregua ni siquiera en lo más álgido de la pandemia cuando muchos tuvimos que trabajar desde casa para mantenernos a salvo del riesgo por los contagios del Covid-19.
Tensión, fatiga, ansiedad, agresión, apatía, depresión, irritabilidad, nerviosismo y otros síntomas se convirtieron en el día a día de nuestro estrés laboral.
Pero vayamos más atrás. En octubre de 2019 entró en vigor en México la NOM 035 sobre factores de riesgo psicosocial. Desde entonces las disposiciones de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) despertaron diversas dudas por el desconocimiento de la propia norma.
¿Estarán obligados los patrones a atender el estrés laboral? ¿Debes certificarte? ¿Hay que contratar un centro de verificación? ¿Se tendrán que reducir las jornadas laborales?, apenas fueron algunos de los cuestionamientos.
Esto viene a cuenta porque transcurrieron casi cuatro años para que a la Cámara de Diputados llegará una iniciativa de reforma que incrementa el catálogo de enfermedades e incapacidades laborales.
La propuesta modifica los artículos 513, 514 y 515 de la Ley Federal del Trabajo para actualizar los listados conforme a la nueva Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (OMS), vigente desde enero de 2022.
El proyecto del Ejecutivo plantea elevar de 161 a 194 el número de padecimientos laborales, al incorporar enfermedades como los contagios por Covid-19, incorporando trastornos mentales como la ansiedad, el estrés grave, la depresión y los trastornos no orgánicos del sueño, por ser patologías que se han incrementado a nivel mundial.
De acuerdo con el Ejecutivo Federal, la iniciativa tiene como objetivo fortalecer la protección de las personas trabajadoras, ya que actualmente se enfrentan padecimientos para los cuales aún no hay cobertura.
Hay que poner en perspectiva, la Norma 035 tenía un carácter preventivo, y se centraba en la identificación, análisis y prevención de factores de riesgo psicosocial en el trabajo, los cuales podrían provocar un daño en la salud mental y desencadenar en trastornos como estrés, ansiedad, insomnio, entre otros.
Sin embargo, muchos aspectos solo se quedaron en el tintero desde la entrada en vigor de esas disposiciones, ni siquiera sabemos bien a bien si los patrones la aplicaron y respetaron. Por ejemplo, es más que falso el que se exigiera aplicar un examen psicológico y mucho menos ofrecer cursos de liderazgo, trabajo en equipo o comunicación.
La norma parece que nunca llegó a identificar aquellos factores que podrían convertirse en un factor de riesgo, es más, los centros de trabajo no están obligados a contratar a una organización que certifique en salud laboral a los trabajadores; esto siempre fue opcional.
La mencionada norma establecía que las jornadas laborales debían permanecer tal y como como están estipuladas en la Ley Federal del Trabajo, pero ante la pandemia las circunstancias marcaron otra dinámica como las jornadas mixtas, es decir presencial y en remoto con jornadas de 6 horas máximo desde oficinas, aunque en el home office no aplicaba porque muchos vivíamos pegados a la computadora prácticamente todo el día con el consiguiente estrés laboral.
Es un hecho que tampoco los centros de trabajo aplicaron exámenes médicos a todos, para que esto ocurriera se tenían que cumplir dos condiciones: que se tenga un nivel de riesgo muy alto y que exista una condición que detone una alteración en el trabajador.
De eliminar los ambientes laborales tóxicos, mejor ni hablar, ni siquiera porque son el caldo de cultivo para generar factores de riesgo psicosocial.
Sin embargo, las empresas que tienen salario emocional llevan una ventaja, porque benefician e impactan en los factores de riesgos psicosociales. Aunque se lee repetitivo, aquellas disposiciones sólo marcaron principios básicos para tener un entorno organizacional favorable, los centros de trabajo deben trazar su propio camino para llegar a él. Esperemos que con la iniciativa enviada al Congreso progrese y efectivamente imprima su sello en estos tiempos donde el estrés laboral ha estado muy lejos de ser superado. Hasta la próxima.
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