A veces se siente que la vida pesa, cansa y dan ganas de bajarse del barco, en muchas ocasiones los días y las semanas se convierten en una secuencia de desaciertos, errores, toma de difíciles decisiones, de incertidumbre, de decepciones, de malos humores, de cansancio, de caminos que parecen no llevar a ningún lado, de situaciones que sólo drenan los pocos recursos que tenemos, de desconexión con el entorno, y, en consecuencia, de nosotros mismos.
Recién le escuchaba a la psiquiatra Marian Rojas decir que la felicidad se podría encontrar entre la capacidad que tenemos para disfrutar de lo bueno y de gestionar y sobrellevar lo malo que va sucediendo, planteamiento que me parece interesante y que me lleva a preguntarte: ¿cómo anda tu capacidad para disfrutar de lo que sí tienes, de lo que es “bueno” en tu vida? ¿cómo anda tu capacidad para gestionar de la mejor forma y sobrellevar los sinsabores de la vida sin boicotear todo lo demás?
Es importante cuando las cosas “parecen ir mal” detenernos y darnos el espacio y tiempo para poner en justa dimensión las situaciones, para no acabar rompiendo y tirando todo lo demás por la borda, porque si ponemos atención es probable que encontremos algo bueno dentro de lo malo, o algo que rescata la situación o algo que puede alentarnos a seguir adelante por muy complicado que parezca. Y no, no es ponerse de positivos tóxicos ni romantizar esos momentos en los que sientes que todo se derrumba y que el sistema insiste en que los afrontemos con una sonrisa y la mejor actitud (aun cuando sientes que no puedes más), simplemente es no seguir escarbándole al hoyo en el que nos encontramos, ni echarnos más tierra encima de la que podamos sacudirnos.
Valorar y atesorar lo que sí hay, reconocer con lo que sí se cuenta, disfrutar, aunque sea de lo mínimo que en el mal momento se tiene, no cerrar los ojos ante la belleza que aún existe, ni cerrar los brazos ante el amor, la providencia o el consuelo que aún está a pesar de no ser como lo hubiéramos imaginado o deseado, puede hacer una gran diferencia y permitirnos salir adelante a pesar de las circunstancias.
En el poema “Cuando tengas ganas de morirte”, Jaime Sabines nos recomienda ante esa sensación de pesadumbre y de querer dejar la vida, esconder la cabeza bajo la almohada, contar cuatro mil borregos, quedarse dos días sin comer y sin mujer, para que le agarres de nuevo el gusto, para que te des cuenta que la vida es hermosa en la simplicidad que se esconde por ejemplo en el alimento o en el contacto con el amor, con el otro, después de no tenerlo.
Podemos re conectarnos a través de la respiración, de caminar descalzos en la arena o el pasto, en el abrazo de nuestros seres queridos, en escuchar con los ojos cerrados aquella canción que te recuerda un maravilloso momento, hacer alguna actividad física que te reencuentre con la capacidad de tu cuerpo, comer algo delicioso de manera consciente, ver un amanecer….
Y tú, ¿Cómo podrías encontrarle de nuevo el gusto a tu vida cuando las cosas se han puesto complicadas? ¿Cómo podrías reconectarte contigo mismo después de una revolcada existencial?
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