El inicio de un caminar, con dolor, desapegos, incertidumbre, desilusiones, despertares, cinismo o hasta saborear un sentimiento de libertad por obtener un divorcio, deja todo un camino de sentimientos encontrados.
Es un hecho que después de una separación, queda un aprendizaje que no tiene fin. Después del divorcio se habilitan una diversidad de desafíos inimaginables, al grado que la misma sociedad sin darse cuenta a colocado etiquetas negativas, sin medir que en su propio núcleo familiar yacen sin piedad, minimizando el lado positivo.
Analicemos con equidad.
En México, el gobierno e instituciones públicas, con sus fallas y éxitos, el 29 de diciembre de 1914, Venustiano Carranza decretó una de sus leyes más progresistas, de profunda repercusión en las relaciones sociales, la del divorcio, ello ponía fin, a la idea del matrimonio definitivo.
Por supuesto que se tuvo que basar en una frecuente conducta que dejaba entrever que las relaciones de nuestra sociedad necesitaban un cambio. Este decreto se aplicó como finalidad de emancipar a la mujer de la condición de esclavitud en que generalmente la tenía el cónyuge por viejas creencias.
Félix F. Palavicini diputado en su momento, alto miembro del carrancismo, fue el primer hombre en separarse legalmente de su esposa, para poderse casar con una mujer de origen de cubano. Fiel amigo del diputado hizo todo lo posible para consumar aquel histórico divorcio el 2 de octubre de 1915.
En la antigua Roma no cargaban ningún estigma, y se desposaban fácilmente. Mientras que, en sociedades de corte más religioso o tradicional, el divorcio estaba prohibido o dejaba una imagen descalificada en la mujer divorciada, que le dificultaría volver a casarse.
Con el pasar del tiempo, el siglo XX fue escenario de convertir el divorcio en una pelea de roles y etiquetas sociales, con una severa intención de ejercer discriminación y rechazo a quienes vienen de un divorcio, ya que, por un legado generacional erróneo, se tiene la idea que estos son arrojados del matrimonio por débiles, incapaces de obedecer las reglas maritales.
Los conciben como fracasados. Tienden a pensar en el futuro y armar un drama fatalista y de amenaza. Tienen un absoluto religioso, si no se conservan las personas en matrimonio son pecadoras, una creencia, que perdura en nuestros tiempos.
Testimonios afirman que han tenido que vivir con el paso del tiempo, un periodo de ataques inconcebibles, Para los del género femenino, las consideran para los matrimonios como quita maridos, las distorsionan como mujeres, haciendo creer que
necesitan solo sexo, por no tener un esposo, omiten toda posibilidad de verlas rehacer su vida. Muchas de las mujeres son discriminadas por sus amigas cercanas y familiares. En los valores entendidos de algunos del género masculino, verdaderamente ejercen una despiadada convicción de que una divorciada es solo de uso sexual.
Los hombres divorciados son catalogados, como personas peligrosas, los ven como amenaza para personas solteras. Algunos son víctimas de mujeres sin escrúpulos para quitarles sus bienes. Tanto hombres como mujeres que viven un post-divorcio, se encuentran que el final del proceso solo es el inicio de un camino donde sin pedirlo, son víctimas, tal vez de amigos, familiares, conocidos y desconocidos, que no creen en segundas oportunidades ni en los divorcios.
Expertos en Psicología describen, que la acción post-divorcio, al percibir la discriminación por su condición, caen en una lenta recuperación para gestionar en rehacer su vida, generando un auto secuestro emocional, con ventajas y desventajas; usa mecanismos de defensa emocionales para cerrarse de su entorno social, tratando de entender, el por qué salir de un matrimonio, los llevó a un espacio de incertidumbre agobiante.
El post-divorcio tiene una multiplicidad de caminos agradables y muy desagradables. Se sugiere, se haga un duelo completo, y no tomar decisiones importantes si hay debilidad emocional.
Hoy en día la palabra post-divorcio, no es inclusivo de un matrimonio civil, también lo es, sin un documento legal. Nadie tiene derecho, a estigmatizarlos o etiquetarlos. Está comprobado que los grupos de personas que emanan una perspectiva severa ante una condición de divorcio son personas que tienen inseguridades emocionales, manipuladores o gente siniestra.
El divorcio y el matrimonio es una opción no una condena. Se sabe que hay circunstancias adversas que se suman a estos conceptos. Pero iniciemos a discernir lo que es para nuestro bienestar, camina en armonía, busca ayuda profesional o un buen amigo y rompe con las falacias de personas que sufren más que tú y no lo sabes.
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