Redactor: Sam Torne
Ciudad Juárez es una de las ocho localidades fronterizas, a lo largo de los 3.000 kilómetros de frontera en las que el país se está preparando para la ola de expulsiones prevista. En el antiguo recinto ferial, bajo un altar edificado para una misa del papa Francisco en 2016, el gobierno mexicano se prepara para los miles de deportados que espera lleguen de Estados Unidos en las próximas semanas.
Hombres con botas y gorras de béisbol suben a lo alto de una vasta estructura metálica para cubrirla con una gruesa lona blanca, levantando un rudimentario refugio para albergar temporalmente a hombres y mujeres exactamente iguales a ellos. Es probable que trabajadores eventuales, empleados domésticos, personal de cocina y peones agrícolas se encuentren pronto entre los enviados al sur, una vez que se ponga en marcha lo que el presidente Donald Trump llama “la mayor deportación de la historia de EE. UU”
Además de protección contra la naturaleza, los deportados recibirán alimentos, atención médica y ayuda para obtener documentos de identidad mexicanos, en el marco de un programa de apoyo a los deportados que la administración de la Presidenta Claudia Sheinbaum denomina “México te abraza y hará todo lo necesario para atender a sus compatriotas y destinará lo necesario para recibir a quienes sean repatriados”, dijo la secretaría mexicana de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, el día de la toma de posesión de Trump.
Por su parte, la presidenta Sheinbaum ha subrayado que su gobierno atenderá en primer lugar las necesidades humanitarias de quienes regresen, afirmando que podrán acogerse a los programas sociales y las pensiones de su gobierno, y que podrán trabajar de inmediato. Se calcula que 5 millones de mexicanos indocumentados viven actualmente en EE. UU y la perspectiva de un retorno masivo podría saturar y desbordar rápidamente ciudades fronterizas como Juárez y Tijuana.
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