Redacción: Amairany Ramírez
La Ciudad de México, conocida por su vasto desarrollo urbano, es también un lugar donde el pasado se entrelaza con el presente, entre sus estaciones de transporte masivo se encuentra un asombroso vestigio prehispánico: el adoratorio de Ehécatl, una estructura arqueológica que emerge como un recordatorio tangible de las raíces mexicas en medio de un entorno de concreto. Este templo, ubicado en la estación Pino Suárez de la Línea 2 del Metro, es uno de los tesoros más significativos que revelan la historia de la antigua Tenochtitlán.
Entre 1967 y 1970, durante la construcción de la estación Pino Suárez, arqueólogos como Jordi Gussinyer y Raúl Arana descubrieron esta estructura. Se determinó que el adoratorio formaba parte de un centro ceremonial más grande, que existió aproximadamente entre los años 1400 y 1521 d.C.
El templo de base circular, con dimensiones de 10.70 metros por 7.60 metros y 3.70 metros de altura, estaba acompañado de un patio con escalinatas, habitaciones conectadas, canales y muros. Se presume que en su cúspide había una imagen de Ehécatl, y en su núcleo se encontraron ofrendas, incluida una figura conocida como “La monita”, una escultura de un mono decorado en rojo y negro, portando una máscara de Ehécatl y serpientes.
El adoratorio de Pino Suárez no es el único dedicado al dios del viento. Se han identificado cinco templos más en sitios como Tlatelolco, Tenochtitlán y Malinalco, lo que subraya la importancia de esta deidad en la cultura mexica. El adoratorio a Ehécatl en el Metro Pino Suárez es un recordatorio permanente del rico legado prehispánico que yace bajo la moderna Ciudad de México. Este sitio, además de ser un punto de tránsito para miles de personas diariamente, ofrece una ventana al pasado y un vínculo tangible con la espiritualidad y cultura de los mexicas.
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